Medina Azahara, Córdoba
MEDINA AZAHARA
1. Introducción:
Medina Azahara o Madinat al-Zahra, Ciudad resplandeciente, es la ciudad palatina construida por Abderramán III al-Nasir, como representación del poder tras convertir al-Andalus en el Califato de Córdoba, independiente del dominio de Bagdad. La leyenda, sin embargo, cuenta que la ciudad fue mandada construir con el dinero que la esclava Azahara, favorita del Califa, había recibido de este para rescatar presos cristianos. Al no encontrar ninguno, Abderramán destinó ese dinero para construir un nuevo palacio en su honor.
Actualmente, es un gran yacimiento arqueológico, que tras más de 100 años de estudio, apenas se ha excavado 1/3 de la superficie total. Es visitable, si bien no se puede acceder a todo el complejo.
2. Historia:
Tras la declaración de Califato, y siguiendo los modelos orientales, Abderramán III ordena la construcción de una gran ciudad - palatina, que sea la sede de la Corte Omeya, del poder de su imperio. Córdoba se convierte así en una capital con dos sedes: la madina propiamente dicha y Medina Azahara, donde reside el aparato burocrático y cortesano del imperio.
Las obras comienzan en 936, a cargo de Maslama ben Abdallah, maestro alarife. La mezquita de Medina Azahara se construye en 941, y cuatro años después, se produce el traslado de la corte desde el alcázar andulasí. Más adelante se completarán otras construcciones, como la ceca (casa de la Moneda), que se traslada entre 947 y 948.
Durante el reinado de al-Hakan II, sucesor de Abderramán se realizan algunas obras, tales como la Casa de Yafar.
Son numerosos los testimonios que hablan de su belleza y grandiosidad; su existencia, sin embargo, fue efímera. Tras el fallecimiento de al-Hakam II, el hayid Almanzor se hace definitivamente con el poder, relegando a Hixen II a un segundo plano; Almanzor construye su propio ciudad palativa, madina al-Zaira, en el extremo opuesto de la ciudad, y confina al califa en Medina Azahara, custodiado por guardias de su confianza.
El fallecimiento de Almanzor desencadena una lucha por el poder; Córdoba, al-Andalus, entra en una época convulsa e inestable que lleva a la caída del califato y la aparición de los reinos de Taifas.
Durante los primeros de lucha, la ciudad había quedado abandonada; después, con la llegada de los invasores -almorávides y almohades-, comienza el saqueo y destrucción, hasta que desaparece prácticamente.
Un soleado día de 1069, el soberano musulmán de Sevilla,
al-Mutamid, acompañado por sus cortesanos, realizó una excursión a un lugar que
se hallaba situado a cinco kilómetros al oeste de Córdoba.
Allí se extendía un inmenso campo de ruinas en el que las
lagartijas se perdían entre muros que antaño habían cubierto estancias
palaciegas.
Al-Mutamid y los suyos «treparon por las estancias altas. Se sentaron sobre tapices primaverales cubiertos de flores y bebieron
copas de vino y pasearon por el lugar, disfrutando, pero también reflexionando
sobre la vida».
El lugar se prestaba a ese tipo de meditaciones: apenas
setenta años atrás se alzaba allí una ciudad rebosante de vida y de esplendor
que, sin embargo, fue destruida durante las luchas que acabaron con la dinastía
de los Omeyas en al-Andalus. Conforme la vegetación invadía los antiguos
palacios, la memoria del emplazamiento también acabó borrándose. En época
cristiana, el lugar sería conocido como «Córdoba la Vieja» y la opinión más
extendida afirmaría que allí había existido una ciudad romana.
Fue sólo a finales del siglo XIX cuando textos recuperados
de las antiguas crónicas árabes confirmaron que el enclave situado a poniente
de Córdoba se correspondía con Madinat al-Zahra (Medina Azahara), la ciudad que
el califa omeya Abderramán III había ordenado construir en torno al año 936.
Todavía eran visibles allí innumerables restos y ello permitió en 1911 dar
comienzo a unos trabajos arqueológicos que, con distintas alternancias, han
continuado durante el último siglo. Mil años después de su destrucción, Madinat
al-Zahra ya no es la orgullosa capital del califato omeya, ni tampoco un paraje
poblado por evocadoras ruinas, sino un conjunto arqueológico estudiado
atentamente por generaciones de investigadores que han sacado a la luz los
restos de una ciudad de 112 hectáreas, de las que sólo un tercio han sido
excavadas.
3. Fisionomía de la ciudad:
Para conocer Madinat al-Zahra es necesario dejar a un lado
las muchas leyendas que los autores árabes trenzaron sobre la ciudad. Leyendas
que hablan de una favorita del califa Abderramán III, a la cual éste habría
dedicado su construcción, de estanques de mercurio que producían mágicos
efectos ópticos, o de pabellones cubiertos por tejados de oro. Nos dicen más cosas
y más certeras los mismos restos materiales. Para empezar, su emplazamiento no
fue fruto del capricho: Madinat al-Zahra se encuentra en el lugar exacto en el
que la montaña penetra en el valle del Guadalquivir, lo que permitió a sus
planificadores diseñar un sistema de terrazas en el que las zonas más altas
correspondían a la residencia del califa y a las salas de audiencias, mientras
que las más bajas se destinaban a la ciudad propiamente dicha. El conjunto
estaba unido a Córdoba por tres vías que salvaban pequeños arroyos mediante
grandes puentes que todavía subsisten –como el de los Nogales–, mientras que un
complejo sistema de canalizaciones aprovechaba parte de la antigua
infraestructura romana para derivar conducciones nuevas, como el acueducto de
Valdepuentes.
Todas las construcciones de esta ciudad están realizadas con
una piedra arenisca similar a la empleada en la mezquita de Córdoba. Su
procedencia es local, concretamente de las canteras de Santa Ana de Albeida,
situadas al norte de Córdoba, y en ellas todavía son visibles las huellas
dejadas por la extracción de los sillares luego empleados en las construcciones
de la ciudad de Abderramán III. El mármol blanco, procedente de Estremoz
(Portugal), aparece en columnas y capiteles que revelan la extraordinaria
maestría de los artesanos califales, capaces no sólo de labrar exquisitos
detalles de decoración vegetal, sino también de incluir inscripciones en árabe
con bendiciones al califa o menciones a los encargados de la construcción.
El mármol –o más raramente el alabastro– también aparece en
pavimentos de las estancias más destacadas –e incluso en alguna letrina–, con
losas de grosor y tamaño impresionantes. En otras zonas se empleó un tipo de
caliza violácea, también de procedencia local, que ofrecía un exquisito
contraste con los muros estucados en blanco y con decoraciones en color rojo
almagra. Si a todo ello se unen las zonas ajardinadas, las fuentes, los
estanques y la profusa decoración de atauriques (arabescos) con interminables
motivos vegetales podremos entender por qué algunos autores árabes llegaron a
afirmar que se trataba de una de las ciudades más espléndidas jamás construidas
por el hombre.
La organización del alcázar
Gracias a los arqueólogos sabemos qué función tenía cada uno
de los espacios que forman el alcázar (recinto fortificado). No hay duda, por
ejemplo, de que en la parte más alta de la ciudad se situaba la residencia del
califa, la llamada dar al-mulk o "morada del poder". Aunque hoy muy
arrasada, aquí se alzaba una gran vivienda, posiblemente con un espacio para el
harén, en el que una terraza dominaba toda la ciudad que se extendía hacia el
valle del Guadalquivir. Los restos arqueológicos del alcázar de Madinat
al-Zahra confirman que, aparte de la casa del califa, sólo existían allí otras
dos viviendas de prestigio: la de su primogénito y sucesor, el futuro al-Hakam
II, y la del personaje más poderoso de la administración, Yafar al-Siqlabi, un
eunuco que manejaba todos los resortes de la maquinaria burocrática del Estado.
Los demás hijos del califa vivían en Córdoba, apartados de la política.
El resto del sector occidental del alcázar estaba destinado
a gentes y espacios dedicados al servicio o a la guardia de estos personajes.
Ello explica, por ejemplo, el horno existente en una zona dedicada a la
manipulación de alimentos o el cuerpo de guardia situado estratégicamente en
pleno corazón del alcázar.
Madinat al-Zahra fue concebida también como un gran
escenario para la representación del poder del califa. Cuando llegaba una
embajada extranjera, accedía a la ciudad a través de una puerta triunfal formada
por ocho grandes arcos y situada a levante. Franqueada esa puerta, soldados y
multitud de sirvientes acompañaban a los recién llegados a través de un dédalo
de callejuelas interiores que les conducían a las salas de representación y de
reuniones solemnes que se encontraban en la parte oriental del alcázar. Otro de
los primeros edificios que veían los recién llegados era la mezquita principal
–había al menos dos más en otras zonas de la ciudad–, perfectamente visible por
su minarete y por su inequívoca orientación hacia el sureste, mirando hacia La
Meca.
El lugar principal del alcázar de Madinat al-Zahra lo
ocupaba el salón Rico, un gran espacio que se abría a un estanque y a un enorme
jardín en cuyo centro se elevaba un pabellón de recreo. El edificio que vemos
hoy en día es una reconstrucción muy fiel realizada por el gran arqueólogo
Félix Hernández en la década de 1940, a partir de los restos originales
encontrados en la excavación.
El salón consta de tres naves cubiertas con arcos. La bella
decoración de sus muros contiene motivos vegetales aparentemente idénticos,
pero que, estudiados en detalle, resultan ser todos diferentes. La fachada
también estaba decorada –como revelan estudios recientes–, y ello daba al lugar
un carácter muy especial al presentarse como continuación de la vegetación del
jardín y el estanque contiguos. Los fastos de al-Hakam II
Aquí tenían lugar las grandes recepciones a las que tan
aficionado era sobre todo al-Hakam II (961-976). El califa se situaba en el
centro del salón rodeado por los grandes personajes de la corte, mientras se
abrían las grandes puertas que daban al jardín, en cuyos andenes se alineaban
en pie otros dignatarios dispuestos con sumo cuidado de acuerdo a su rango; los
más poderosos eran los más cercanos al califa, y los más alejados eran los
inferiores.
El protocolo era muy estricto y contemplaba tanto el saludo
al propio califa como interminables discursos y largas composiciones poéticas
que rivalizaban por ensalzar al soberano hasta el paroxismo: "Viniste al
mundo con tan buena estrella, que contigo el progreso hace olvidar un año por
el próximo", llegó a decirle un poeta a al-Hakam II en una de esas
recepciones.
A la muerte de al-Hakam II, estas recepciones empezaron a
abandonarse. Su hijo y sucesor, Hisham II, accedió al poder de forma irregular,
pues era todavía un niño y la ley musulmana prohibía taxativamente el
nombramiento de un menor como califa. Los grandes dignatarios de la corte
comenzaron a rivalizar para hacerse con el poder. Éstas fueron las circunstancias
que cimentaron el ascenso del célebre Almanzor, quien pronto convirtió a Hisham
II en una figura decorativa, mientras él mantenía el control efectivo del
Estado. De hecho, Almanzor decidió construir una ciudad palatina propia,
Madinat al-Zahira, situada a occidente de Córdoba y que hasta la fecha no ha
podido ser localizada.
Eclipsada por su nueva rival, Madinat al-Zahra se convirtió
en la carcel dorada de Hisham II, en la que el joven califa vivía entregado a
sus placeres y de la que apenas salía más que en ocasiones muy señaladas. La
ciudad quedó así fosilizada en torno a un califa que era la sombra de un
califa, y una administración que ya no administraba nada. En ese tiempo marcado
por el dominio de Almanzor, en torno al año Mil, lo que nadie podía sospechar,
sin embargo, era que los días de la ciudad y del propio califato omeya estaban
contados.
4. Lugares de interés dentro de la ciudad:
- Salón de Abderramán III
Recreación en 3D del Salón de Abderramán III. El también llamado Salón Rico fue el salón utilizado para la recepción de embajadas importantes y que tiene planta basilical de tres naves longitudinales con otra transversal en su entrada que actúa de pórtico. Este salón está decorado con relieves de ataurique en mármol en sus zócalos, seguido por relieves de distintos motivos hasta la típica cubierta de artesonado de madera. Sus columnas alternan los fustes de mármol rosa y azul, rematados por cimacios y los típicos capiteles de avispero califales, desde los que arrancan los característicos arcos de herradura califales, en los que se da la alternancia de dovelas decoradas con ataurique y con pintura a la almagra.
- Mezquita Aljama
Una de las estancias más antiguas de la ciudad palatina, se tiene constancia de que desde el año 941 se utilizó. Bien orientada a la Meca, mantiene trazos similares al de las mezquitas occidentales, con un patio porticado y una sala de oración de cinco naves perpendiculares a la qibla. Junto a la puerta norte del patio se ubica el alminar.
- Casa de Ya´far
La llamada casa de Ya´far es un conjunto de estancias situadas en el ángulo sudeste del sector excavado de Medina Azahara, en la zona de alcázar, próximo a lo que se supone era el palacio del príncipe heredero. Esta zona fue una ampliación realizada en época de Alhakén II para su visir, Ya´far. De ahí el nombre con el que se la conoce.
Se compone de una zona residencial con baño y una sala oficial. La zona, que sigue el esquema típico de la ciudad: patio de mármol central, con un surtidor de agua en el centro y estancias dispuestas en torno a él. Conserva parte de la decoración mural a la almagra. Dicha conservación, que fue inaugurada en junio de 2004 supuso el empleo de una técnica de conservación pionera en España.
Las estancias se comunicaban con el pequeño hamman o baño privado del visir. Este conjunto se sitúa al norte de la zona oficial: siguiendo el esquema de edificios oficiales de la ciudad palatina, dicho edificio tiene planta basilical, dividida en tres naves (con orientación este-oeste) que abren a una nave trasversal conectada con la monumental puerta de acceso, conformada por tres vanos de arco de herradura califal que alternan dovelas con decoración vegetal en relieve con lisas. Ante la puerta se abre un amplio patio o explanada.
- Mezquita de Medina Azahara
Encontrada en el año 2007, la mezquita se encuentra en la zona sur del recinto palantino con unas dimensiones de 25 metros de largo y 18 de ancho, con alminar en la zona sur. La planta se divide en tres naves perpendiculares al muro de qibla. Siguiendo el modelo instaurado por la Mezquita Alhama de Córdoba, el mihrab es una pequeña habitación poligonal, en lugar del nicho apenas resaltado en planta de las mezquitas anteriores al siglo X. El aparejo es piedra sillar dispuesta a soga y tizón, esto es, el típico aparejo emiral y califal. Al igual que la otra mezquita de Medina Azahara, está orientada hacia La Meca.
4 . Abandono, saqueo y excavación:
Lujo, ostentación, poder… que sólo se mantuvieron en la nueva ciudad durante unos 80 años. El nieto de Abderramán III, Hisam II, trasladó la corte y las instituciones administrativas a la nueva ciudad construida por su tutor, al-Mansur –Almanzor en español–: Madinat al-Zahira.
Desde ese momento, comenzó el saqueo de las maravillas que decoraban Madinat al-Zahra y, más tarde, de los sillares que formaban sus edificios. El fin del califato Omeya –el último califa Omeya fue el propio Hisam II– propició luchas entre las distintas facciones y la ciudad de Abderramán III recordaba “demasiado” su poder. Con la conquista cristiana, más de dos siglos después, tampoco mejoró la cosa. Se utilizó como cantera de piedra para los nuevos edificios civiles y religiosos de Córdoba.
No fue hasta 1911 cuando comenzaron las excavaciones arqueológicas y, desde entonces, no han parado. Eso sí, la magnitud de la ciudad es tal que sólo se ha sacado de nuevo a la luz alrededor de un 10% de su superficie.
5. Leyenda de los almendros de Medina Azahara.
Abd al-Rahman había traído a Azahara desde Granada, pronto
se convirtió en su preferida y, para demostrarle el amor que sentía por ella,
ordenó la construcción de una ciudad palatina; para ello contrató a los mejores
arquitectos y artesanos, compró los materiales más preciados, maderas,
mármoles, azulejos; mandó construir hermosos jardines con flores y plantas
traídas desde todos los rincones del mundo, los pobló con hermosos pájaros y
mandó que en ellos creciesen árboles de exóticos frutos. Telas y muebles,
comprados a los mercaderes más prestigiosos adornaban las estancias de la
favorita Azahara, todo lo hizo el califa por su amor. Sin embargo Abd al-Rahman
la sorprendía a menudo llorando y sus constantes regalos no conseguían su
sonrisa. Le preguntó el motivo de su tristeza y qué debía hacer para
contentarla, Azahara le respondió que a su tristeza el califa no podría ponerle
remedio pues lloraba por no poder contemplar la nieve de Sierra Nevada, él le
respondió “Yo haré que nieve para ti en Córdoba”. Inmediatamente mandó talar un
bosque situado frente a la medina y replantarlo de almendros muy juntos unos de
otros y cada primavera, cuando los almendros abrían su flor blanca, la nieve
aparecía en Córdoba sólo para su amada Azahara, que no volvió a llorar.
6 . Información de horarios, entradas...:
El conjunto arqueológico Madinat al-Zahra abre todos los días del año excepto los lunes y 1 y 6 de enero, 1 de mayo y 24, 25 y 31 de diciembre. El horario es de 9 a 15 todos los domingos y festivos del año y de martes a sábado: de 9 a 18 del 16 de septiembre al 31 de marzo; de 9 a 20 del 1 de abril al 15 de junio; y de 9 a 15 del 16 de junio al 15 de septiembre –hay poca sombra en la zona arqueológica–.
La entrada es gratuita para ciudadanos de la Unión Europea y tiene un precio de 1,5 € para los ciudadanos de otros países. El coste de la lanzadera del centro de visitantes al área arqueológica es de 2,50 €.
LA VISITA NOCTURNA: MEDINA AZAHARA DE NOCHE
Si te has quedado con ganas de más y visitas Medina Azahara entre el 1 de julio y el 30 de septiembre, puedes volver también de noche. La entrada sigue siendo gratuita, aunque los autobuses de línea puede que ya no hagan el trayecto y tampoco sabemos cómo funcionará el tema de la lanzadera desde Córdoba en este caso.
Los horarios son de martes a sábado de 19 a 00, del 1 de julio al 15 de septiembre, y de 18 a 22, del 16 al 30 de septiembre.
6 . Precios:
-Adultos: Visita con transporte 22 euros/ sin transporte 17.
-Niños de 4 a 10 años: Con transporte 11/ sin transporte 5.
-Niños menores de 4 años: Gratis.
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