ÚBEDA Y BAEZA EN EL RENACIMIENTO.
CONJUNTO PATRIMONIAL: ÚBEDA Y BAEZA
1.Introducción:
2.Úbeda:
El conjunto monumental renacentista de Úbeda y Baeza, declarado Patrimonio de la Humanidad desde 2003,
representa uno de los destinos predilectos para los amantes de la
historia, el arte y el patrimonio. En este 2018 estas urbes festejan el decimoquinto aniversario
de la obtención de este título otorgado por la UNESCO, que ha
contribuido a dar a conocer el inmenso legado de estas dos ciudades
jiennenses a nivel nacional e internacional, conformando uno de los
destinos más atrayentes del turismo interior andaluz. Úbeda y Baeza son
dos joyas del Renacimiento, máximos exponentes en el sur de Europa de la
grandiosidad de esta etapa histórica.
Junto a Jaén capital, estas dos ciudades conforman el triángulo monumental del Renacimiento del Sur gracias a la obra del arquitecto Andrés de Vandelvira
-protegido por una de las figuras más influyentes del Renacimiento, el
secretario de Estado del emperador Carlos V, Francisco de los Cobos–
cuya impronta no sólo está presente en la capital jiennense, en Úbeda o
en Baeza, sino en multitud de localidades de todo el territorio
provincial como Sabiote, Canena, Villacarillo o Huelma,
entre otras. Es precisamente la huella de Vandelvira y, tras ella, la
influencia y el poder de Francisco de los Cobos, los que están detrás de
la riqueza monumental de Úbeda y Baeza que posibilitó la protección de
estas ciudades por parte de la UNESCO.
Situadas muy próximas al mayor espacio natural protegido del país, el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y las Villas,
estas dos ciudades aguardan al viajero para trasladarlo al esplendor
del Renacimiento e invitarlo a recorrer sus calles empedradas, recrearse
en la belleza de su infinidad de palacios, iglesias y plazas,
contemplar desde sus miradores la inmensidad del mar de olivos jiennense
y disfrutar de una rica y variada gastronomía que tiene al aceite de oliva virgen extra
como protagonista indiscutible y como instrumento principal del trabajo
de una generación de restauradores que está consiguiendo hacer crecer,
en calidad y en promoción, la cocina jiennense.
Las dos ciudades
han sido escenarios de largometrajes y fuentes de inspiración de
múltiples poetas, literatos y artistas, que han confesado en más de una
ocasión los paseos inspiradores por sus diferentes rincones, disfrutando
desde sus cerros de bellos atardeceres y del sosiego que emanan sus
callejuelas. A pesar de que el viajero puede sentir que en cualquiera de
ellas se ha detenido el tiempo, Úbeda y Baeza han renacido con su
título de Patrimonio de la Humanidad como ciudades vivas y dinámicas, dos conjuntos históricos llenos de vida que se complementan con una extraordinaria oferta cultural, turística y gastronómica.
2.Úbeda:
En Úbeda, que es la capital comercial y administrativa de la comarca de La Loma, es parada obligada la Plaza Vázquez de Molina,
considerada como una de las más bellas de España y epicentro
patrimonial de una ciudad culta, dinámica, comercial y cosmopolita. Esta
plaza, conocida popularmente como la Plaza de Santa María, se extiende
al sur de la ciudad, en el corazón del primitivo barrio del Alcázar, donde estuvo la ciudad árabe, y está próxima a la Redonda de Miradores y a un paso de los palacios, iglesias y conventos que han engrandecido la leyenda patrimonial de la ciudad ubetense.
Vázquez de Molina es una plaza insigne, de grandes proporciones y carácter señorial. En la misma, destaca la Sacra Capilla de El Salvador del Mundo, el mayor mausoleo civil construido en España, en cuya cripta descansan los restos de Francisco de los Cobos y su esposa María de Mendoza. Fue el secretario del emperador Carlos V
el que encargó expresamente la construcción de esta iglesia cuyo diseño
fue concebido por Andrés de Vandelvira, aunque la planta es obra del
arquitecto Diego de Siloé, el escultor francés Esteban Jamete fue el
autor de las tallas de la fachada principal y Francisco de Villalpando
realizó la reja que separa de modo simbólico el espacio reservado a la
familia de la nave destinada al pueblo. Además, Berruguete fue el
encargado de ejecutar el antiguo retablo del altar mayor, del que solo
queda el conjunto escultórico de la Transfiguración de Cristo. La sacristía y su extraordinaria portada fueron también obra de Andrés de Vandelvira.
Al lado de El Salvador abre sus puertas el Palacio del Deán Ortega,
promovido por Fernando Ortega, primer capellán del mausoleo y confesor
de Francisco de los Cobos y de su esposa. Este edificio, que alberga en
la actualidad el Parador de Turismo y del que destacan
sus balcones, su patio interior y su escalera en piedra, se atribuye
también a Vandelvira. Junto a estos dos edificios, la plaza también
alberga el Palacio Vázquez de Molina, conocido como Palacio de las Cadenas, una de las más brillantes muestras de la arquitectura civil del siglo XVI en España. Hoy este imponente edificio es el Ayuntamiento de Úbeda.
Situado enfrente de la portada principal de la colegiata de Santa
María, el Palacio de las Cadenas fue edificado entre los años 1540 y
1560 por Andrés de Vandelvira. Su promotor fue Juan Vázquez de Molina,
sobrino de Francisco de los Cobos, que consiguió introducirlo en la
corte hasta llegar a ser otro de los hombres de confianza del emperador
Carlos V y secretario de cámara de su hijo Felipe II. La planta del
palacio es cuadrada y su fachada, que está dividida en tres cuerpos y
siete calles, abre a una gran lonja cuya entrada la marcan dos leones en
piedra.
La Plaza Vázquez de Molina se completa con la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares,
la iglesia más antigua de la ciudad junto a la que el viajero puede
encontrar la estatua con el que se rinde homenaje al arquitecto
protagonista del legado renacentista de esta ciudad, Andrés de
Vandelvira. Esta colegiata, construida sobre los cimientos de la
primitiva mezquita aljama y con huellas góticas, mudéjares,
renacentistas y barrocas, ha sido en numerosas ocasiones escenario de
películas, como la de Alatriste, basada en los libros de Pérez Reverte.
Aunque
esta plaza sea parada obligada para cualquier persona que se desplace
hasta esta ciudad, el conjunto histórico-artístico ubetense posee otros
muchos puntos de gran interés para el viajero. Uno de ellos es la zona
de la Casa de la Torres, de fachada plateresca, que se
encuentra ubicada en el barrio de San Lorenzo, cuya iglesia, aunque no
está abierta al culto, puede ser visitada por el público y está siendo
escenario de multitud de propuestas culturales, una de ellas dedicada a
uno de los cantautores que nació en esta ciudad, Joaquín Sabina.
También destaca el entorno de la Iglesia de San Pablo, muy próximo a Vázquez de Molina y a los miradores donde los turistas buscan los cerros de la ciudad. Esta iglesia está ubicada en la Plaza Primero de Mayo, conocida también como “Paseo del Mercado”, que durante siglos fue el centro de la ciudad medieval. Dicha iglesia, declarada Monumento Histórico Nacional en 1926, es de estilo gótico tardío. A la plaza asoman también las Antiguas Casas Consistoriales, una de las sedes del conservatorio de música, y próxima a las mismas se encuentran la Casa Mudéjar, que acoge el Museo Arqueológico, y la llamada Sinagoga del Agua, testigo de la impronta de la cultura judía en esta ciudad.
Una de las calles laterales del popular Paseo del Mercado llega a la plaza del Carmen, donde abre sus puertas el Oratorio de San Juan de la Cruz, lugar de culto y peregrinación para los fieles del santo carmelita. En una de las celdas de este convento, que acoge en la actualidad el Museo San Juan de la Cruz, halló el poeta místico la muerte el 14 de diciembre de 1627. Al otro lado del Paseo del Mercado, en la calle Real, que une la Plaza de Andalucía –centro neurálgico de la ciudad– con la Plaza Vázquez de Molina, se citan algunos de los palacios señoriales más importantes de Úbeda. De entre todos destacan dos, el de los Condes de Guadiana y el Vela de los Cobos. El primero, que alberga actualmente un hotel de cinco estrellas, luce un torreón construido en el primer tercio del siglo XVII. El segundo, que también se puede visitar, es uno de los palacios más esbeltos y llenos de armonía proyectados por Vandelvira, en el que destaca la galería de arcos de la planta superior.
Tras contemplar la impresionante torre del Palacio de los Guadiana, el viajero puede acercarse hasta la plaza y la iglesia de San Pedro, frente a la que se sitúa el Palacio de los Orozco, de arquitectura decimonónica. La calle Antonio Medina conduce hasta el Palacio de la Rambla, hoy también hotel, del que destaca la belleza de su portada y la yedra en su patio renacentista. A la Plaza de Andalucía, centro de la ciudad en el XIX, asoman las Antiguas Carnicerías y la Torre del Reloj, que se han abierto recientemente al público, que tendrá la oportunidad de contemplar desde esta torre una de las panorámicas más imponentes de la ciudad ubetense. Al lado de la Plaza de Andalucía, abre sus puertas la Iglesia de la Santísima Trinidad y calles arriba se encuentra uno de los templos más singulares de Úbeda, la Iglesia de San Nicolás de Bari.
Afueras de la ciudad medieval, cuya extensión estuvo delimitada por una muralla de la que aún se conserva buena parte –incluso, algunos torreones pueden visitarse– el Hospital de Santiago es otro de los grandes símbolos monumentales de Úbeda. Conocido como «El Escorial» andaluz este edificio, centro cultural ubetense por excelencia –alberga eventos tan relevantes como el Festival Internacional de Música y Danza– fue promovido por Diego de los Cobos, sobrino de Francisco de los Cobos. De sus elementos arquitectónicos destaca su imponente fachada, flanqueada por dos altivas torres, el patio, la iglesia y la caja de la escalera decorada con pinturas murales.
También destaca el entorno de la Iglesia de San Pablo, muy próximo a Vázquez de Molina y a los miradores donde los turistas buscan los cerros de la ciudad. Esta iglesia está ubicada en la Plaza Primero de Mayo, conocida también como “Paseo del Mercado”, que durante siglos fue el centro de la ciudad medieval. Dicha iglesia, declarada Monumento Histórico Nacional en 1926, es de estilo gótico tardío. A la plaza asoman también las Antiguas Casas Consistoriales, una de las sedes del conservatorio de música, y próxima a las mismas se encuentran la Casa Mudéjar, que acoge el Museo Arqueológico, y la llamada Sinagoga del Agua, testigo de la impronta de la cultura judía en esta ciudad.
Una de las calles laterales del popular Paseo del Mercado llega a la plaza del Carmen, donde abre sus puertas el Oratorio de San Juan de la Cruz, lugar de culto y peregrinación para los fieles del santo carmelita. En una de las celdas de este convento, que acoge en la actualidad el Museo San Juan de la Cruz, halló el poeta místico la muerte el 14 de diciembre de 1627. Al otro lado del Paseo del Mercado, en la calle Real, que une la Plaza de Andalucía –centro neurálgico de la ciudad– con la Plaza Vázquez de Molina, se citan algunos de los palacios señoriales más importantes de Úbeda. De entre todos destacan dos, el de los Condes de Guadiana y el Vela de los Cobos. El primero, que alberga actualmente un hotel de cinco estrellas, luce un torreón construido en el primer tercio del siglo XVII. El segundo, que también se puede visitar, es uno de los palacios más esbeltos y llenos de armonía proyectados por Vandelvira, en el que destaca la galería de arcos de la planta superior.
Tras contemplar la impresionante torre del Palacio de los Guadiana, el viajero puede acercarse hasta la plaza y la iglesia de San Pedro, frente a la que se sitúa el Palacio de los Orozco, de arquitectura decimonónica. La calle Antonio Medina conduce hasta el Palacio de la Rambla, hoy también hotel, del que destaca la belleza de su portada y la yedra en su patio renacentista. A la Plaza de Andalucía, centro de la ciudad en el XIX, asoman las Antiguas Carnicerías y la Torre del Reloj, que se han abierto recientemente al público, que tendrá la oportunidad de contemplar desde esta torre una de las panorámicas más imponentes de la ciudad ubetense. Al lado de la Plaza de Andalucía, abre sus puertas la Iglesia de la Santísima Trinidad y calles arriba se encuentra uno de los templos más singulares de Úbeda, la Iglesia de San Nicolás de Bari.
Afueras de la ciudad medieval, cuya extensión estuvo delimitada por una muralla de la que aún se conserva buena parte –incluso, algunos torreones pueden visitarse– el Hospital de Santiago es otro de los grandes símbolos monumentales de Úbeda. Conocido como «El Escorial» andaluz este edificio, centro cultural ubetense por excelencia –alberga eventos tan relevantes como el Festival Internacional de Música y Danza– fue promovido por Diego de los Cobos, sobrino de Francisco de los Cobos. De sus elementos arquitectónicos destaca su imponente fachada, flanqueada por dos altivas torres, el patio, la iglesia y la caja de la escalera decorada con pinturas murales.
3.Baeza:
Baeza
tiene una emoción poética que guarda en sus calles, sus plazas y sus
monumentos. A esa emoción contribuyeron los versos de Antonio Machado,
que fue profesor de francés en el instituto de la Santísima Trinidad,
en una ciudad íntima, callada y silenciosa que conviene recorrer
despacio para entender el significado de su historia y sus leyendas.La Plaza de Santa María,
centro histórico de Baeza, fue construida en un tiempo en que clero y
nobleza pujaban por el gobierno de la ciudad. Levemente inclinada para
subrayar el poder de la Catedral de esta ciudad –construida sobre la
desaparecida mezquita aljama– la plaza está presidida por la fuente de
Santa María, mandada construir por el Concejo en 1564 para conmemorar la
traída de las aguas. Tras la conquista cristiana en la primera mitad
del siglo XIII, el oratorio de la Catedral fue consagrado como iglesia
bajo la advocación de la Natividad de Nuestra Señora. En 1529 se
iniciaron las obras de la catedral gótica. Poco tiempo después, el
templo sufrió severos daños que hicieron replantear la obra bajo un
aliento artístico bien distinto.
Andrés de Vandelvira, que por entonces trabajaba en la construcción de la Catedral de Jaén, recibió el encargo de la reconstrucción de la catedral baezana. Solo se mantuvieron algunos elementos del pie de nave, como el rosetón gótico que se eleva por encima de la puerta de la Luna y que aún hoy representa uno de los elementos más simbólicos del templo baezano. Rodeado de prestigiosos maestros canteros y afamados escultores, Vandelvira dotó a la nueva Catedral de los novedosos vientos del Renacimiento. Tras su muerte se hicieron cargo de las obras Francisco del Castillo, Alonso de Barba y el jesuita Juan Bautista de Villalpando, autor de la fachada principal. El 16 de diciembre de 1593, el obispo Francisco Sarmiento ofició la primera misa en el altar mayor.
Por dentro, la Catedral está plagada de capillas: la mayor es obra de Manuel García del Álamo, de estilo barroco, mientras que las capillas Dorada y de las Ánimas, dos de las más importantes, se sitúan al pie del templo. Esta última está separada por una soberbia reja del maestro Bartolomé, realizada en 1513. La Custodia del Corpus Christi, que es uno de los grandes tesoros catedralicios, fue engastada por Gaspar Núñez de Castro en 1714. Otras estancias de la Catedral son el claustro gótico, en torno al cual abre el museo catedralicio, y el campanario, de estilo barroco, faro de Jaén.
Andrés de Vandelvira, que por entonces trabajaba en la construcción de la Catedral de Jaén, recibió el encargo de la reconstrucción de la catedral baezana. Solo se mantuvieron algunos elementos del pie de nave, como el rosetón gótico que se eleva por encima de la puerta de la Luna y que aún hoy representa uno de los elementos más simbólicos del templo baezano. Rodeado de prestigiosos maestros canteros y afamados escultores, Vandelvira dotó a la nueva Catedral de los novedosos vientos del Renacimiento. Tras su muerte se hicieron cargo de las obras Francisco del Castillo, Alonso de Barba y el jesuita Juan Bautista de Villalpando, autor de la fachada principal. El 16 de diciembre de 1593, el obispo Francisco Sarmiento ofició la primera misa en el altar mayor.
Por dentro, la Catedral está plagada de capillas: la mayor es obra de Manuel García del Álamo, de estilo barroco, mientras que las capillas Dorada y de las Ánimas, dos de las más importantes, se sitúan al pie del templo. Esta última está separada por una soberbia reja del maestro Bartolomé, realizada en 1513. La Custodia del Corpus Christi, que es uno de los grandes tesoros catedralicios, fue engastada por Gaspar Núñez de Castro en 1714. Otras estancias de la Catedral son el claustro gótico, en torno al cual abre el museo catedralicio, y el campanario, de estilo barroco, faro de Jaén.

La inclusión de Baeza en la Lista de Patrimonio Mundial se refiere a su Conjunto Monumental renacentista que ha sido valorado como el patrimonio más representativo de sus valores universales. Su delimitación comprende la plaza de Santa María y el eje de la cuesta de San Felipe y la calle Compañía hasta la calle Obispo Narváez (antigua calle Barreras), donde en la etapa bajomedieval se situaba la puerta del Cañuelo.
En este espacio se inscriben algunos de los edificios más representativos de las instituciones de la ciudad: la Catedral, el seminario San Felipe Neri y la iglesia de Santa Cruz, por el poder eclesiástico y la Universidad, la plaza de Santa María y las Casas Consistoriales Altas por el poder público. Junto a ellos algunos palacios de la más alta nobleza representados por el palacio de Jabalquinto y el palacio de la familia Ponce de León.
En la Edad Moderna tiene lugar el progresivo deterioro de las murallas de la ciudad, sobre todo a partir del siglo XVII. Las actuaciones del cabildo municipal oscilaran entre su reparación y su desmantelamiento. Esta situación es consecuencia de la pérdida de su función defensiva y de la continua merma de la hacienda municipal. Estas condiciones se expresan en el urbanismo por el abandono del barrio del Alcázar o la edificación de numerosos edificios que la integran en sus solares o se adosan a las murallas.
En este periodo acontecen otras actuaciones urbanas derivadas la penosa situación socioeconómica general. Una de estas actuaciones es la disposición de cercas sanitarias de protección de la ciudad a causa de las epidemias de peste que se suceden desde finales del siglo XVI. Estas cercas estaban formadas por las propias edificaciones, tapias construidas al efecto y puertas que cerraban y controlaban los principales accesos a la ciudad (puertas del Postigo, Santo Domingo, San Lázaro, Córdoba, Granadillos, Quesada). Su origen circunstancial y la escasa consistencia de su construcción en tapial han determinado que estas edificaciones no hayan perdurado.
Es importante señalar que en la etapa renacentista, durante la década de los 30 del siglo XVII, el padre Francisco de Bilches llevo a cabo varias campañas de excavaciones “arqueológicas” en el cerro del Alcázar con el objeto de la búsqueda de mártires o reliquias que permitieran consolidar un espacio sagrado o santuario. La consolidación de un santuario en esta zona perseguía el adoctrinamiento y el sometimiento ideológico de la población al poder de la iglesia, contribuyendo al mismo tiempo a evitar el despoblamiento del barrio. Los hallazgos de mártires y reliquias, que en realidad correspondían a enterramientos de la Edad del Bronce y a artefactos prehistóricos o romanos, alimentaron a los cronicones de la etapa renacentista que inventaban “datos históricos” o falseaban las fuentes para legitimar el orden establecido y el poder de la iglesia. La zona de estos antiguos expolios, en torno a la puerta de Jaén, ha sido redescubierta por las excavaciones arqueológicas recientes, constatando los vaciados que se realizaron y que socavaron la fortificación, así como un muro paralelo a la muralla que podría corresponder a la cerca construida por el concejo en el año 1633 para delimitar el santuario.
Entre finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVII, acontecen importantes cambios que se manifiestan en un gran aumento poblacional y en un dinamismo socioeconómico que devienen en un gran crecimiento de la ciudad. A este auge sucede una rápida decadencia en consonancia con la evolución general del estado.
Su pujanza socioeconómica se manifiesta en la construcción de numerosos edificios civiles y religiosos. Entre los primeros, su condición de ciudad realenga y el poder del Concejo se evidencian en sus edificios públicos, mientras que los numerosos palacios y casas solariegas son exponentes de la riqueza de las clases privilegiadas. Los templos parroquiales y sobre todo las numerosas fundaciones conventuales, atestiguan la fuerte presencia de la Iglesia y su influencia en la vida de la ciudad.
Los espacios y edificios Públicos
Hacia el noroeste del recinto amurallado, en el espacio extramuros inmediato, se conformó la plaza del Mercado que desde finales del siglo XVII adquiere una gran relevancia, convirtiéndose en lugar central de la vida ciudadana. En torno al mismo se edifican viviendas sobre soportales, en gran parte destinados a la actividad artesanal y comercial. La adecuación de este espacio conllevó la ejecución de un ambicioso proyecto de ingeniería que implicaba la adecuación de la red de abastecimiento y alcantarillado de la ciudad, elementos que forman parte de su patrimonio arqueológico soterrado. En la plaza del Mercado, los caños de la red de desagüe confluían en la “madrona” o colector principal. Esta conducción consistía en la alcantarilla abovedada y soterrada que, por la vía de Portales Tundidores y la calle del Agua, canalizaba las aguas residuales a las afueras de la ciudad, vertiendo en el cauce del arroyo de Val de la Azacaya. En este tiempo el arroyo se conocía como arroyo del Matadero por situarse sobre el embovedado del cauce el matadero público conocido como casa de la Matanza. Cerca de este edificio se situaba un puente que salvando el arroyo permitía el acceso al barrio de San Vicente. Los restos de este puente aún eran visibles hacia mediados del siglo pasado, cuando quedó soterrado por la urbanización de este espacio.
En esta etapa eran frecuentes los festejos taurinos que tenían lugar en la plaza del Mercado. Durante el desarrollo de los espectáculos se ocupaban las ventanas y balcones de los pisos situados sobre los soportales de la plaza, frecuentemente alquilados para contemplar los eventos festivos.
La zona inicial del paseo de las Murallas ha aportado una valiosa información arqueológica ligada a la transformación urbanística que experimenta la ciudad durante la etapa renacentista. En esta zona se ha identificado la puerta del Rastro o del Barbudo y en su exterior inmediato un espacio de mercado. En este ámbito se materializó un proyecto de gran envergadura cuyas obras implicaron: el soterramiento del antemural medieval de la fortificación y la pavimentación de un amplio espacio a modo de plaza empedrada; la remodelación de la puerta del Barbudo conocida desde entonces como puerta del Rastro; el reforzamiento de la muralla mediante la edificación de un muro adosado y de la torre que protegía la antigua puerta del Barbudo con un muro perimetral de sillares; la disposición de un pórtico de pilares o columnas que delimitaba el espacio cubierto que albergaba las tiendas o despachos de venta adosados al muro; y la construcción de la oficina pública para la gestión del mercado y el cobro de la alcabala. Hacia finales del siglo XVI se constata el abandono de este espacio que se usaba como muladar.
Entre el año 2005 y 2010 se realizaron unas importantes excavaciones arqueológicas en el barrio de San Vicente, en un amplio espacio comprendido entre la calle San Vicente y el recinto fortificado. La secuencia arqueológica estaba compuesta por depósitos comprendidos entre época romana y el siglo XXI.
Una de las fases de ocupación registradas, se corresponde con el desarrollo del barrio durante la Edad Moderna a partir de la evolución urbanística medieval. Durante el siglo XVI la sustitución de la trama medieval fue sustituida por una nueva ordenación urbana. Las viviendas fueron reemplazadas por las nuevas construcciones renacentistas, que se ordenan a través de la calle San Vicente y una calle empedrada documentada durante los trabajos de excavación. Esta calle renacentista, que se identifica en el padrón municipal de 1634 con la calle Juan Alcalde, al igual que otras referidas en los padrones municipales, se dispone perpendicular a la calle San Vicente y conduce al pie de una de las torres de la muralla. La calle no aparece registrada en el padrón municipal de 1718 por lo que se abandonó antes de ese año. En ella se localizaban varias casas solariegas de algunas de las familias hidalgas instaladas en el barrio desde la conquista castellana de la ciudad (Navarrete, Argüello, Mejías, Ximena…). Con ellas se corresponden las viviendas con patios de columnas y portadas de piedra registradas durante las excavaciones efectuadas. Una de estas residencias tenía su fachada principal a la calle San Vicente haciendo esquina con la calle Juan Alcalde y, por su entidad, podría corresponder al palacio de los Navarrete Argote, una de las familias nobles más significadas de la ciudad.
En la Edad Moderna se edificaron numerosos edificios públicos que muestran la pujanza de la ciudad. Los más destacados son los edificios de las carnicerías públicas, la Audiencia Civil y Escribanías públicas, la Casa de Justicia o del Corregidor y Cárcel, las Casas Consistoriales, el Pósito, la Alhóndiga y, ya en el siglo XVII, el balcón del Concejo. A ellos hemos de sumar los inmuebles desaparecidos de la casa de la matanza, los Bodegones y algunas de las fuentes más importantes que existían en el extremo sureste de la ciudad (fuente de los Bodegones, fuente de San Vicente y fuente del Alcázar).
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