IN ICTU OCULI- LUCÍA
IN ICTU OCULI
Autor: Valdés leal
Material: Oleo sobre lienzo
Estilo: Barroco Español
Escuela: Barroco sevillano
Dimensiones: 220 x 216 cm.
El noble sevillano don Miguel de Mañara fue nombrado en 1663 Hermano Mayor de la Santa Caridad, poniendo todo su empeño en la tarea de concluir las obras de la nueva iglesia de la Hermandad que se estaban realizando desde 1647. Para ello contó con los mejores artistas de su tiempo: el retablista Bernardo Simón de Pereda, el escultor Pedro Roldán y los pintores Murillo y Valdés Leal. El propio Mañara diseñó el programa iconográfico que decoraba el templo, programa destinado a los hermanos de la Caridad, proclamando la salvación del alma a través de la caridad, encargando las pinturas que recogen las obras de caridad a Murillo. Sin embargo, el programa iconográfico se inicia con una reflexión sobre la brevedad de la vida y el triunfo de la muerte, siendo Valdés Leal el encargado de realizar estos trabajos. Estas pinturas estaban en el sotocoro de la iglesia de la Caridad sevillana y hoy todavía se encuentran in-situ. Se denominan los "Jeroglíficos de las Postrimerias" y en ambas obras se hace una referencia al dilema de conseguir la salvación o la condenación eterna. En el friso del sotocoro había un texto en letras capitales que recoge las palabras de Cristo en el Juicio Final la dirigirse a los bienaventurados: "Escuchad la palabra del Señor: Venid benditos de mi padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, peregriné y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y vinisteis a verme". Por lo tanto, sólo conseguirán la salvación eterna aquellos que hayan practicado las obras de caridad. Con este mensaje es más fácil la comprensión de los "Jeroglíficos" denominadas In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi.En la obra que contemplamos aparece la muerte llevando debajo su brazo izquierdo un ataúd con un sudario mientras en la mano porta la característica guadaña. Con su mano derecha apaga una vela sobre la que aparece la frase "In Ictu Oculi", en un abrir y cerrar de ojos, indicando la rapidez con la que llega la muerte y apaga la vida humana que simboliza la vela. En la parte baja de la composición aparecen toda una serie de objetos que representan la vanidad de los placeres y las glorias terrenales. Ni las glorias eclesiásticas escapan a la muerte -por lo que aparece el báculo, la mitra y el capelo cardenalicio- ni las glorias de los reyes -la corona, el cetro o el toisón- afectando a todo el mundo por igual ya que la muerte pisa el globo terráqueo. La sabiduría, las riquezas o la guerra tampoco son los vehículos para escapar de la muerte. La filosofía barroca de la "vanitas" difícilmente puede plasmarse mejor en un lienzo. El cuadro está rematado en un arco de medio punto y compositivamente sigue un esquema triangular en el que se inscriben un amplio número de diagonales que dotan de mayor ritmo al conjunto. El fondo en penumbra crea un efecto más dramático y simbólico al sugerir que la muerte sale de las tinieblas y avanza hacia el espectador, dotando de mayor teatralidad a la escena. El contraste entre el negro del fondo y la viveza del colorido de los objetos y las telas también tiene un sentido alegórico. Debido a estos trabajos, Valdés ha cosechado una fama de pintor de la muerte que no merece ya que sólo se preocupó de cumplir a la perfección el encargo de su cliente, obteniendo un resultado de gran impacto visual y espiritual.
Un poco más de análisis
En In ictu oculi, la muerte irrumpe en la composición representada como un esqueleto que porta una guadaña y un ataúd. Su mano derecha apaga una vela -la vida- sobre la que podemos leer el texto que da nombre a la obra, extraído de la I Epístola de San Pablo a los Corintios. «In ictu oculi» es una expresión latina que quiere decir «en un abrir y cerrar de ojos» y alude al modo abrupto en que la muerte llega para reclamarnos. El pie izquierdo del esqueleto se apoya sobre un globo terráqueo, pues la voluntad de la muerte gobierna el mundo sin excepciones. Símbolos del poder eclesiástico y civil aparecen desparramados en la parte inferior, en donde comparten espacio con otros que refieren las glorias de las armas, las letras y las ciencias, igualmente efímeras. Son objetos entre los que se incluyen una tiara, un cetro, una corona, una espada o unos libros, identificados hoy en su mayoría.
A la derecha de In ictu oculi, Finis gloriae mundi viene a complementar el mensaje ya prologado por la primera. Llegada la muerte, en esta ocasión se nos muestra una cripta que contiene varios cadáveres en estado de descomposición y recorridos por un gran número de insectos. En primer plano podemos identificar el cuerpo de un obispo, reconocible por sus ropajes, y el de un caballero de la Orden de Calatrava, como evidencia la cruz de su hombro. Los dos descansan en sus correspondientes ataúdes. Una lechuza y un murciélago pueden ser divisados al fondo, confundiéndose con la oscuridad que habitan. En la parte superior, la mano estigmatizada de Cristo sostiene una balanza en cuyos platos se pueden leer las inscripciones «NIMAS» y «NIMENOS», esto es, ni más pecados son necesarios para condenarse ni menos buenas obras para salvarse. De un lado, toda una serie de animales representan los pecados capitales, como son los casos del cerdo y el mono, asociados a la gula y la lujuria; del otro, observamos las herramientas con que cuenta el hombre para la salvación, entre los que hallamos un corazón con el anagrama de Jesús, libros de oración o un crucifijo con los clavos de punta. La conducta del ser humano inclinará la balanza de un lado o del otro, es decir, del de la condena o del de la salvación.
Comentarios
Publicar un comentario