PUNTO Y A PARTE - Despedida

PUNTO Y A PARTE

En esta última entrada vamos a tener el gusto de,una vez más, hacer un recorrido por este gracioso e iluso viaje que nos  ha dado la oportunidad de apreciar lo bonita que es nuestra querida Andalucía, conociendo sus calles, sus catedrales, costumbres así como el arte y el patrimonio.  No podemos dejar de hablar de esta comunidad autónoma sin nombrar todos y cada uno de los pueblos que la componen, desde el más pequeño hasta el más desarrollado, constituyendo una tierra donde se siembra la generosidad, la amabilidad y la amistad verdaderas.

Todos nosotros crecimos por sus calles donde, año tras año, escabullíamos de la gran ciudad para encontrarnos con la mejor versión de nosotros mismos, más libres, más ansiosos de nuevas hazañas pero sobre todo mucho más nuestros.
Las vacaciones significaban pueblo. Y, con él, noches sin hora de vuelta a casa, carreras en bicicleta, tardes de plaza y cartas, conociendo amigos de territorios vecinos. Desde que nacemos se tejen amistades que se hacen invencibles y se siembra alegría para todo el que llegue. Olvidas la televisión, la cobertura, la batería y otras tantas cosas que creías imprescindibles. Los domingos se vuelven especiales. Te pones tus mejores galas y, después de misa para algunos, todo el pueblo se reúne en el bar, que se vuelve un jolgorio de gritos, risas, y preguntas. “¿Y tú de quién eres?” será tu preferida frente a muchas más que se mezclan con las cañas y los mostos, como qué tal te ha ido el invierno, cómo están tus padres, o cómo has crecido, para los más pequeños. Al fin y al cabo, de alguna manera, allí todos somos familia. Tus amigos de la ciudad no comprenden esa amargura con la que vuelves en septiembre.
Cuando cada canción te recuerda a un momento concreto que volverías a revivir una y otra vez. Quizás al último baile de las fiestas, conversaciones para arreglar el mundo una noche bajo las estrellas. O tal vez un beso robado entre la arboleda que se mezcla con la carretera. Aquella que lleva al pueblo de al lado donde, lo puedes asegurar, no son tan majos y tan todo como en el tuyo. Pura rivalidad demostrada en los partidos de fútbol, donde animas a tu pueblo a más no poder e independiente del resultado, te quedas con la sensación de haberles ganado, al menos en devoción.


Con el tiempo hay cosas que cambian. 

La edad llega cargada de responsabilidades y no siempre puedes cuadrar tu agenda o convencer a tu jefe de que aquellos días no serán lo mismo sin ti. Por suerte, y como siempre digo, el que algo quiere algo le cuesta. Y al final nunca es tarde para ponerte al volante y volver, siempre volver a casa. Y, una madrugada a comienzos de agosto, camino por sus calles. Huele a años 2019, a sonrisas a medias y canciones cantadas a grito pelado. Huele a amaneceres desenterrados entre el polvo de los recuerdos. Huele a abrazos sinceros, a amistades más fuertes que el acero. De fondo, puedo escuchar esa canción que año tras año me hace perder la vista en la carretera, de vuelta a la ciudad. Son mis amigos, reza Amaral por los altavoces. Y me hubiera abierto el pecho en canal para dejar allí toda esta nostalgia que se iba conmigo. 
Que una sola noche hubiera bastado para que, cada año, volvamos a asegurar que ha sido el mejor verano de nuestras vidas poniendo un punto y a parte para que este blog continúe llenándose de nuevas experiencias y se convierta en puntos suspensivos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El hombre de Orce

EL ARTE GÓTICO EN SEVILLA.

LOS ÍBEROS.